Un cruce de avenidas que es, a la vez, frontera entre la ciudad de Buenos Aires y su conurbano. Cada noche, miles de personas lo atraviesan volviendo del trabajo. Colectivos, semáforos, asfalto, hormigón, un cartel oxidado. Alguien que va a estudiar, otrx que vende pan. Alumbrado público y propaganda electoral. Publicidad de celulares y hamburguesas. Basura y la señora que vende flores. El relato de una madre que perdió a su hijo en manos de la policía se enfrenta a la imagen de la normalidad. Su lucha y su voz dibujan los imaginarios mundos de Julio Verne, con los que fantaseaban juntxs. Esta película es un proceso de excavación. O la disección del paisaje donde, hace quince años, el Estado desapareció a Luciano Arruga.
Nota
El 17 de octubre de 2014 iba viajando en colectivo hacia Ciudad Oculta cuando me entra un mensaje de texto: “Encontraron el cuerpo de Luciano Arruga. Estaba enterrado en el Cementerio de Chacarita como NN”.
Yo ya hacía rato que tenía ganas de sentarme a conversar con la mamá de Luciano. Me encontré no sólo con la mujer fuerte y luchadora que había visto en las manifestaciones. Si también no con una narradora sensible, enorme, que conocía de silencios y matices.
Para mí era imposible que no fuera una película oscura. Yo soy dark, de por sí. Y es una película que rodea la figura del desaparecido en democracia; la violencia policial, racista, clasista. Lo espeso, lo triste, lo que da bronca era lo inevitable. La noche, la tierra, los motores y el asfalto eran su materia prima.
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