Una ciudad extranjera, el espacio que la rodea, la vida cotidiana. Una acumulación de instancias experimentales que describen el habitar un paisaje postindustrial, el final de una historia de amor y la política de lo privado y lo público. Lo que comienza como una recolección espontánea, poco a poco se convierte en un registro narrativo de la vida íntima, ya que, sin saberlo en ese momento, la directora estaba también documentando el fin de su matrimonio y de su tiempo en aquella ciudad. La cámara, como dispositivo de registro y recolección, va más allá de evocar el pasado para convertirse en una herramienta para la apariencia y el exorcismo de los espectros.
Nota
Quise abordar el acto de filmar como una práctica diaria, un ritual de registro de lo cotidiano, objetos, luz, espacios, sin jerarquía y sin pensar en un producto final. Mi deseo era capturar todas las cosas. Todo y nada al mismo tiempo: el sol cayendo sobre la planta en mi cocina, fábricas en demolición en esta ciudad americana, la espalda de mi pareja mientras duerme, la nieve cayendo en el balcón. Después de tres años, empecé a mirar el material; una premonición, había creado imágenes del vacío antes de que la ausencia ocurriera. El tiempo convierte a la memoria en ficción.