En un dormitorio, encaramado al borde de una cama deshecha, un hombre mira la nieve cayendo a través de una ventana. Un mirlo se posa en el alféizar de la ventana y comienza a improvisar una melodía. El hombre comienza a cantar y la encantadora escena se resignifica. La cancioncilla escalofriante e inconexa describe dulcemente lo abominable. Diego Marcon, director de Monelle (14° FestiFreak), construye otra genialidad perturbadora, The Parent’s Room es una película de terror que, bajo la felicidad doméstica, revela la verdad que perturba a cualquier nucleo familiar: el asesinato.
Nota
La empatía y la vulnerabilidad se despliegan en mi trabajo de forma ambigua, siniestra y a veces engañosa: el intento es forzar a los espectadores a adoptar una posición vulnerable, para seducirles y rodearles. The Parents’ Room toma forma dentro de la rigidez de la estructura de una maquinaria (el espectáculo, el cine, y todo su marco formal, lingüístico y productivo), aunque aquí el mecanismo da vueltas insustancialmente: exhibido de esa manera, se transforma en un orden que gravita sobre el vacío. La percepción de la profundidad irreductible de ese vacío emerge como la sintomatología de la enfermedad y la psicosis.
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