Una casa se ve envuelta por el silencio de la noche. Crecen largas sombras, acentuadas por las chispas que aleatoriamente surgen de una lámpara de kerosene. Para la pequeña Stesha, la oscuridad se vuelve un camino hacia otro mundo, que es tanto aterrador como fascinante. Fragmentos de recuerdos imprecisos, voces y destellos de luz, así son las sensaciones intermitentes de la niñez, que se quedan en nosotros por siempre. ¿Qué sucede detrás de los párpados de una niña, y qué es lo que cautiva el corazón de una madre mientras observa a su hija dormir? Un deslumbrante fresco en miniatura, con logrados trazos lumínicos magistrales.
Nota
Cuando mi hija Stesha nació, comencé a filmarla constantemente. De nuestra primera infancia no guardamos nada en nuestra memoria, por lo que quise preservar esa parte de su vida para que mi hija la vea. Pero algunas de esas imágenes podrían no ser la realidad visual en el sentido exacto de la palabra. Por eso, tuve la idea de intentar visualizar cómo vemos el mundo en la niñez, una experiencia que más tarde en la vida existe en algún lugar en el fondo de nuestra memoria con la forma de raptos de conversaciones, flashes y sombras. En otras palabras, decidí intentar darle a mi hija sus futuras memorias.