La imagen radiográfica fue inventada en torno a 1895, el mismo año en que los Lumière presentaron su respectivo invento en la que es considerada como la primera proyección cinematográfica. Tanto el cine como la radiografía se inscriben, por tanto, dentro de un régimen escópico inaugurado por la modernidad. La aplicación de rayos X a dos esculturas del Museo de Bellas Artes de Bilbao genera imágenes que revelan determinados elementos de ellas que de otra forma resultarían invisibles a nuestros ojos. Estas imágenes generalmente originadas con fines técnicos o científicos parecen, no obstante, producir cierta forma de ‘fotogenia’: confieren a los objetos radiografiados un aspecto nuevo entre lo material y lo etéreo, dotándolos de una cualidad vaporosa y espectral. No es por azar que la física y la fantasmagoría comparten el término ‘espectro’ en su vocabulario.
Nota
Hay al menos dos condiciones importantes para acercarme a unos materiales (de archivo) o a unas imágenes (encontradas o buscadas, como se prefiera) y desear trabajar con ellas: la primera es la atracción sensorial, diría también sensual, hacia esas imágenes (o sonidos); la otra, el interés racional o intelectual que me inspiran esos materiales por el contexto cultural o histórico más amplio en el cual se inscriben.