Siete siglos hechos piedra se desploman sin nostalgia alguna, en lo que dura un parpadeo. A la frecuencia variable de este parpadeo algunos la llaman Historia, otros lucha de clases, progreso, barbarie o cine. Si asumimos que la acumulación de parpadeos durante una vida es ciertamente alta, podemos concluir que pasamos buena parte de ella despiertos, aún con los ojos cerrados. Entonces, ¿no habremos, sobreestimado la capacidad de la imagen y de la visión como privilegiados proveedores de consciencia? ¿Cuántos aleteos del párpado serán necesarios para fijar en la mirada un mundo que se destruye así mismo?
Nota
La idea de hacer este cortometraje comenzó con un hallazgo. Estaba investigando materiales de archivo para un futuro proyecto y encontré un montón de imágenes de un edificio extinguido de mi ciudad natal (Vitoria-Gasteiz). Lo primero que me llamó la atención fue cómo un edificio tan bonito podía haber desaparecido de la superficie, cómo los ciudadanos contemporáneos de esta ciudad no tenían ni idea de la existencia pasada de un edificio así.
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