Borrosos, cubiertos de algas y humedecidos por el tiempo, los recuerdos del mar emergen como una imagen imprecisa, accesible solo a través de los sueños o del cine.
Es en ese momento cuando el agua puede cambiar de color, y el mar deja de ser azul, variando entre la luz y la oscuridad en la memoria de la cineasta.
Nota
Desde que me acerqué al cine, el mar siempre ha estado presente, acompañándome. Con mi primera cámara de video, con la que filmé estas imágenes en un paisaje familiar, hasta este mismo instante, conectada con mi computadora a través de una cámara de vigilancia a un faro. Creo estar haciendo una película, aunque primero tendré que decidir qué hacer con las correspondencias que viajaron en barco el siglo pasado entre Galicia y Buenos Aires.
Intento recordar cómo comenzó todo. Me sorprendo a mí misma en un aula, junto a niños de diez años frente a un televisor de tubo. Marian ha traído una colección de documentales marinos, y allí, donde apenas llega la luz, se desborda nuestra imaginación.
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Festifreak Expandido: cortos experimentales argentinos