Un niño y su madre se sientan en un coche de cartón frente a un paisaje pintado. Esta postal de su infancia es la que impulsa al artista chino Lei Lei a emprender un viaje por los rincones de la memoria. Junto con su estilo característico de collage melancólico, el tiempo entra y sale de su flujo habitual como capturas de pantalla. Las fotos encontradas en la web o en mercados de ferias, así como las imágenes de propaganda de la era Mao, y los fragmentos de la película Romance en Lushan Mountain aparecen en una sucesión, fundiendo la memoria individual y colectiva, como si fueran arrastradas por una máquina arcaica para explorar cómo la verdad está coloreada por la nostalgia.
Nota
En el verano de 2019, regresé a mi ciudad natal en la provincia de Jiangxi. Allí encontré una foto de mi madre y yo en Lushan en 1988. Nos paramos detrás del tablero, asomamos la cabeza por el recorte y nos tomamos la foto. Recordé el cortometraje Ulises de Agnès Varda (1982) donde se forma una historia a partir una sola foto de un hombre, un niño y una cabra. Allí ella hablaba sobre los estilos de fotografía de la época y las circunstancias sociales de todo un país. Quise aplicar esta misma lógica en la metodología para discutir no solo mi memoria, sino también la memoria de la generación de mi madre.