Florida, 1935. Ruby, una pelirroja de voz grave y contundente, que alguna vez tuvo una breve carrera como cantante y actriz, oficia como la chica de un grupo de gángsters. Se ha enamorado de uno de ellos, Nicky. Pero el líder de los mafiosos, Jake, también prendido de Ruby, ha decidido eliminar a Nicky. En medio del encuentro amoroso de la pareja entre la niebla de los pantanos de la península, los gángsters hacen su aparición y fusilan a Nicky; su cuerpo muerto cae y se hunde en las aguas. Pero Ruby espera una hija del joven.
Dieciséis años más tarde, Ruby regentea un autocine en las cercanías del lugar de los hechos. Ha contratado a los ahora ex gángsters de la banda que solía integrar y que habían ido cayendo en prisión. Uno de ellos, Vince, secretamente enamorado de ella desde siempre, se ha convertido en su mano derecha. La hija engendrada junto a Nicky, Leslie, ya tiene 16 años y algunas dificultades cognitivas: es “no verbal” y la madre considera internarla. Asimismo, el antiguo líder de la pandilla, Jake, es ahora un viejo ciego en silla de ruedas, un vegetal que no se mueve ni habla y que está al cuidado de Ruby.
Sin embargo, las cosas empiezan a salirse de quicio cuando los ex mafiosos, ahora empleados del autocine en distintas capacidades (proyectoristas, vendedores de pochoclo, cortadores de boletos) comienzan a aparecer brutalmente asesinados. Es la venganza de Nicky, doble opuesta de la venganza de la esposa agigantada de Attack of the 50 Foot Woman, película estrella del autocine de Ruby —otra mujer oprimida en un mundo de machos— y centro espiritual de la película marco.
Ruby. Rubí. Rojo: éste es el color asociado a nuestra protagonista. Está en su cabello, en su vestido, en el acolchado de su cama, en las velas, en la sangre. El color complementario del rojo es el verde, y un tinte verdoso se expresa por difusión en el pantano neblinoso, lugar donde yace hundido el cadáver de Nicky. No obstante, el espectro de Nicky cuenta con marcas rojas, marcas asociadas al otro polo de la relación, a Ruby: los balazos. ¿Acaso Ruby lo entregó? ¿La venganza llegará hasta ella? Leslie, la hija extraña, quizás tenga la clave ante la reaparición de Nicky, ahora de forma sobrenatural. Para determinarlo, hace su aparición un doctor en parapsicología que oficiará casi de exorcista.
Porque Ruby no deja de ser una película que trata de subirse al éxito y fenómeno de la película de William Friedkin. El director, Curtis Harrington, estaba atrapado dirigiendo capítulos para series de televisión. Su carrera como director de cine, que había iniciado en los años 40 con autorreflexiones queer (Fragment of Seeking) e influencias de Poe (The Fall of the House of Usher), parecía en un impasse. Hasta que “mi viejo y querido amigo George Edwards vino a rescatarme otra vez, aun si sólo temporalmente”, como explica en su autobiografía Nice Guys Don’t Work In Hollywood. Edwards había escrito el guion de Ruby basado en una historia de Steve Krantz, quien oficiaría de productor del film. “No tenía indicio de la clase de rol ominoso que jugaría en esta película. Resultó ser la experiencia más pesadillezca de mi carrera”, cuenta Harrington sobre Krantz. Y continúa:
No sabía nada sobre Steve Krantz. Si hubiera sabido, no habría aceptado hacer la película. No hay nadie que me haya encontrado en el negocio del cine por el que tenga más odio y desprecio que por Steve Krantz. Hizo todo lo posible para destruir la película. Se transformó en una parodia de lo que filmé y de lo que era mi intención que fuera. Krantz tenía visiones de grandeza y pretensiones de algún tipo de habilidad artística que no tenían ningún mérito. Como él era productor ejecutivo de la película, yo no tenía mucho espacio para disentir ante sus ridículos mandatos.
Harrington procede a enumerar las tropelías del productor: contratar un camarógrafo incompetente, inmiscuirse en la puesta en escena de forma tal de romper con toda la atmósfera ideada por él (“Esta era una película que era toda atmósfera”), tratar de imponer actores indeseables (lo que consiguió con el personaje de Jake), y elegir, de una serie de opciones, al único músico que Harrington no quería para la banda sonora. Finalmente, cuando llegó la hora de preparar el corte para la televisión, al verse obligados a quitar muchas escenas violentas, Krantz decidió rellenar el espacio filmando nuevas escenas con otro guionista y otro director, una subtrama nueva a partir de personajes muy menores que eran clientes del autocine. Y cuando la película salió en video, eligieron esta última versión para ser editada, lo que llevó a Harrington a quitar su nombre del producto.
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