zona liberada 35mm

Sonatine: Adrenalina Máxima

Miyuki tararea una sonatina mientras espera al borde del camino

Por Milagros Porta

Estamos demasiado gastados. Una vez te dijeron que ya sos demasiado rico para seguir en esto. Esa noche cayeron cinco cuerpos. Cinco de tus hombres. Como actores, como bailarinas que conocen la manera de caer, solo que esa vez corría sangre. 

Si en tu vida hubiera una banda sonora, sería minimalista, de sintetizadores. Recordaría el sonido danzarín de una sonachine, ese folklore típico de Okinawa, y así, adherida al paisaje, te acompañaría por la ruta de noche. Podríamos tararearla durante las madrugadas de arena, al lado de la costa, desde el agua. La misma melodía volvería cada cierto tiempo. Con un cadáver entre tus zapatos, repitiendo el leitmotiv en tu cabeza, pensarías en la melancolía tanto como en una extraña forma de comedia. Te encantaría reírte de la forma en que tu oficio se lleva los cuerpos, en un remate seco, distraído.

Dicen que, en la yakuza japonesa, liderar un clan puede llevarte al prestigio y luego bajarte de un tiro en pocos días. Hay un jefe de intenciones ocultas que te traslada de un lugar a otro, un enfrentamiento entre bandos entre los que deberías mediar, una hilera de jóvenes preparados para seguir tus órdenes y una casa en la costa de Okinawa donde esperás instrucciones. Pero ese lapso entre guerra y guerra suspende los sentidos asignados. ¿Qué es la violencia cuando no sabés contra quién direccionarla? ¿Qué es la autoridad? ¿Dónde termina la amenaza y empieza el juego, la confianza y, con suerte, el amor?

“Cuando estás asustado todo el tiempo, casi deseás morirte”, me dijiste en la playa. Nos habíamos ido a pescar. Tus otros yakuzas estaban en la casa y esperaban una orden que los expulsara de las vacaciones inesperadas. Cuánto te apuesto a que se estaban divirtiendo por primera vez. Entendían que, frente al sinsentido, el oficio de la mafia puede resultar absurdo pero también, durante segundos de gracia, de un lirismo estremecedor. Fue hermoso conocerte en ese lapso, cenar con ustedes, mirar los bailes. Irnos a la orilla vestida de verano; vos, como siempre, en camisa blanca. Con un cigarrillo entre los dedos y una lata de cerveza fría, yo te había dicho que me gustaban los chicos fuertes. Vos solo te reíste y me respondiste eso. “Cuando estás asustado todo el tiempo”. Pienso, todavía, en esas palabras. Mientras tanto, me pregunto dónde estarás ahora, cuántas veces habrás disparado el fusil.

Volví a la playa cuando vos te fuiste. Solté los fuegos artificiales. Ahora duermo encima del tatami donde te sentabas. Me quedaron las manos raspadas de tanto golpear contra la arena. La boca con gusto a mar. Salada. Llueva o truene, pase lo que pase, mañana te voy a esperar al borde del camino, entre los arbustos, muy erguida. Sé que puede ser un día difícil. Pero de verdad espero ver, de lejos, un destello azul bajo las nubes, el auto viniéndome a buscar.

sábado 22 de octubre 20:30 hs.

Título original
Director/a:
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País
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Formato:

Sonatine

Takeshi Kitano

1993

Japón

94′

16 mm.