Estamos en un país desconocido, tal vez en América del Sur. Una gran ciudad, cualquier ciudad vieja. Es anochecer y una autopista está llena de autos. Nos dejamos llevar por el suave ritmo del tráfico, las primeras notas de una bossa nova, la voz de una mujer que dice cómo nadó para llegar a la costa y cómo logró ingresar al país sin papeles. Desde este punto, toda la película se convierte en una especie de juego subterráneo. Los mareos del exilio, el sentimiento de ser un extraño y el desarraigo.