Cuando un hombre conocido como Oroslan muere, la noticia se expande rápidamente a través de un pequeño pueblo, causando dolor y pena. Más tarde, las acciones se vuelven palabras y las palabras se convierten en historias. Para superar la tristeza y restaurar el devenir natural de la vida, los habitantes comienzan a compartir sus memorias sobre Oroslan. Fracturas, vacíos y disonancias han caracterizado el estilo de Matjaž Ivanišin hasta el punto de que parece natural que haga una transición del documental a la ficción en medio de la película. Oroslan es un himno al cine como una máquina de la memoria capaz de generar leyendas, dando vida duradera no sólo a un individuo sino a todo un país.