Alguna vez el director norteamericano Raoul Walsh dijo: “No existen treinta y seis maneras de demostrar a un hombre que se sube a un caballo”. Una declaración de principios que establece la forma del lenguaje clásico. Como escribe Edgardo Cozarinsky, el cineasta clásico sabe que hay más de treinta y seis, pero nos hará creer que la que estamos viendo, es la única posible.
Un profesor de cine argentino comienza una investigación en torno al origen de esta frase, sin darse cuenta que su obsesión lo llevará a meterse en un laberinto de cinefilia conformado por detectives perdidos en el lejano oeste. Una película sobre el cine, pero también sobre sus reglas, sus posibilidades y resistencias.