En la ciudad de Río Grande el paisaje se hace inhóspito. Una cámara fija observa pacientemente, entre personas y maquinarias, una práctica poco convencional que forma parte de la cultura nómade del lugar y que proviene de la isla de Chiloé. La similitud de la acción concreta que se establece como rasgo dominante y que hace avanzar el relato obliga a que comencemos a preguntarnos por el sentido de ese fenómeno que tiene tanto de extrañeza como de mundano a la vez.