Una imagen oscura, temblorosa como fuegos artificiales, intermitente, haciendo que de repente aparezcan luces, apenas dándonos la chance de discernir lo visible.
Después, un departamento a media luz, vacío, hasta que el cuerpo de una mujer avanza por una fina línea de luz y vemos su mano pelando una cebolla. Dos planos comparten luces mientras suben con el énfasis traído por un poema de Emily Dickinson, que evoca las luces de lo desconocido, tan brillantes como rayos que surcan el cielo en la noche.