Vivir lejos de tu país y es una experiencia potente, aún más es saber que tu gente, familiares y amigos están sufriendo bajo un gran manto de injusticia y represión por parte de la policía, los militares y el gobierno. Como dice Violeta Parra en su canción La carta: “Por suerte tengo mi guitarra/ para llorar mi dolor”, y yo tengo mi cámara para llorarlo. Este proyecto nace del sentimiento de expresión de toda esta emoción, del querer mostrar lo que estaba pasando en Chile desde el punto de vista de un migrante, donde todo lo que pasa no pareciera repercutir especialmente. Por esta razón nuestro público se encuentra más allá de la expresión artística, sino también de todo aquel que quiera escuchar el grito del pueblo chileno y sea capaz de sentir su sufrimiento, alejado de toda política partidista y más cercano al lamento humano. El público de este proyecto se encuentra en aquellos interesados en el debate sobre derechos humanos y la construcción de los nuevos gobiernos libres.