Una inspección de la escena del crimen en el bosque: el autor recrea el crimen con todo detalle utilizando un muñeco sin rostro. Esta fría escenificación de la cruda brutalidad es casi insoportable. La solidaridad que se desprende no sigue los principios de la moral o la decencia, sino que tiene su propia dinámica en este juego de poder y roles que se desarrolla de forma sutil y precisa. Sorprendentemente, el criminal no es quien está siendo juzgado. Alguien parece estar sobrando en el grupo de investigadores.