Caminamos rumbo hacia lo más alto que nos permiten las piernas y el pensamiento. Aquí, donde el oxígeno se diluye a cada paso, nuestros alientos se entreveran con la música y se pierden entre las explosiones, los gritos y las montañas infinitas. El viento carga con todo el peso vivo sobre sus hombros y canta en el idioma de las elegidas y los elegidos. Allí nos esperan los vestigios del choque entre dos mundos. ¿Nos volveremos a encontrar?